Pensemos en el siguiente ejemplo:
Todo niño vestido con su uniforme de béisbol que se pare en el plato a enfrentar al lanzador, alzará su bate con esperanzas. Sin embargo, la intensidad de esa esperanza dependerá del nivel de confianza en sí mismo.
Muchos niños se acercan a batear esperando no poncharse o no recibir un golpe en la cabeza. Algunos otros esperan que el lanzador le dé “base por bola”. Otros se conformarán con pegarle a la bola en cualquier lugar.
Ahora, imagina a un muchacho cuyo padre suele jugar en las ligas mayores. Lo ha observado recorrer las bases innumerables veces frente a públicos que lo ovacionan. Conoce por nombre los nombres de los compañeros de equipo de su padre. Desde niño jugaba con bates de plástico en el patio de su casa. El béisbol corre por sus venas.
Al avanzar hacia el plato, alza la mirada haciendo contacto con la mirada de su padre que lo apoya desde las gradas y levanta el bate confiando plenamente en que podrá batear por encima de la cabeza del jardinero central.
De hecho su visión no se limita a batear exitosamente en este turno, sino que se visualiza jugando béisbol en los equipos de la secundaria, de la universidad e incluso desea llegar hasta las grandes ligas. Su padre le ha dicho muchas veces que puede lograrlo y le enseña que habrá que sacrificar tiempo y otras cosas, que además tendrá que trabajar duro y que deberá ser disciplinado en todas las áreas de su vida. Además su padre se ha comprometido con él a acompañarlo durante ese largo camino hacia el éxito. A esto le podemos llamar tener la bendición de tu padre.
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Hay un problema con esto es que muchos padres tienen niveles muy bajos de expectativas al definir el éxito de sus hijos. Algunos apenas se conforman con que sus hijos no arruinen sus vidas. Otros esperan que terminen una carrera universitaria y que encuentren un empleo decente. Regresando al ejemplo anterior esto sería como conformarnos con que nuestros lleguen a primera base.
Debemos detenernos y preguntarnos ¿Cómo debe verse el éxito para nuestros hijos? ¿Ellos lo saben? ¿Hemos hablado con ellos al respecto? ¿Han visto tu ejemplo que los inspire a ser exitosos?
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Veamos cómo es el éxito según los principios de Dios.
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El éxito en la vida real
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Cuando Moisés estuvo frente a la nación de Israel para pronunciar su último discurso antes de morir, redefinió el “concepto de éxito” para ellos. Les dijo “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio.6:5, NTV)
Después Jesús se refirió a esto como el mandamiento más grande de todos. A través de esto Dios nos está llamando a hacer la cosa más grande (amar) al más grande (Dios) de la mayor manera (con todo lo que somos). De manera que si alguien halla la fama y la prosperidad de este mundo pero le falta esto, entonces realmente le falta todo.
Es la voluntad de Dios que lo amemos, lo obedezcamos y vivamos para Él. Dios debería ser siempre nuestra mayor prioridad y nuestro primer amor.
Amar a Dios y hacer Su voluntad es tener éxito como hijos de Dios. Y como padres hemos sido llamados a enseñar a nuestros hijos esta definición de éxito. (Dt.6:6-7). “” De estos versículos debemos destacar dos cosas:
- La Palabra de Dios debe estar sobre nuestro corazón. Esto es importante ya que en la mayoría de los casos en donde hijos abandonan la fe es porque no han visto que Dios actué en la vida de sus padres
- Instruir a tus hijos a que amen a Dios debe ocurrir en el contexto de las relaciones estrechas. Debe ser parte de tus interacciones diarias con ellos; cuando los saludas en la mesa del desayuno, mientras están sentados en algún lugar de la casa, al mantener conversaciones de riqueza espiritual en el auto o durante la cena, al orar juntos cada noche antes de irse a dormir.
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Hacer discípulos a todas las naciones comienza con tus propios hijos. Al hablarles a tus hijos sobre Él durante el día y luego (lo más importante) al ser ejemplo de amor hacia Él con tu propia vida, preparas a tus hijos para un éxito multigeneracional y a largo plazo.
Todo comienza en su corazón.
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De corazón a corazón
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Uno de los ingredientes más importantes para una paternidad exitosa es llegar al corazón de tus hijos. El respetado apologista Josh McDowell lo explica de la siguiente manera: “Puedes explicar la verdad a la perfección. No obstante, si tu hijo no cree en lo más profundo de su corazón que su papá lo ama, no aceptará tu verdad”
Tus hijos serán más propensos a aceptar tus enseñanzas si se las transmites dentro de una relación donde predomine el amor, la franqueza y la intimidad. Es decir, el éxito de las familias cristianas depende de que los padres aprendamos a pastorear el corazón de los hijos.
Algunos padres se conforman con la obediencia externa. El corazón no les interesa. Sólo quieren que sus hijos se comporten. Sin embargo, los hijos en esa situación desobedecerán a la primera oportunidad cuando su padre no ande cerca. Irán a cualquier lugar a obtener afirmación de las personas equivocadas y en los lugares equivocados.
Es muy fácil ver cuando un padre no está llegando al corazón de sus hijos, porque estos serán rebeldes, enojones, irrespetuosos, amargados y estarán distanciados emocionalmente, en otras palabras, esos hijos ya no lo escuchan y no buscarán pasar tiempo al lado de su padre.
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¿Te has ganado el corazón de tus hijos? ¿Qué tan seguros están tus hijos de haber ganado el tuyo?
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Cómo se pierde el corazón de un hijo
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A pesar de esto los padres tenemos fama de hacer cosas que enojan a nuestros hijos y así perdemos su corazón. (Efesios.6:4) dice: “Padres no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina e instrucción del Señor”. (Colosesnses.3:21) “Padres no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten.” Está claro que antes de decirnos que criemos e instruyamos a nuestros hijos, se nos advierte que no debemos frustrarlos ni amargarlos. ¿Por qué? Porque si perdemos su corazón a causa del desaliento, lo perderemos todo.
La intimidad está ligada a sentirse emocionalmente seguro con alguien. Si tus hijos se enojan contigo y tú no lo resuelves, cerrarán su corazón y albergarán amargura y resentimiento. Luego el diablo comenzará a llenar su mente de acusaciones en tu contra.
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Aquí hay una lista de 10 cosas que los padres hacen y que producen enojo y desánimo en los hijos, con el consiguiente alejamiento emocional.
- 1- Tu ausencia. Se manda el mensaje de “no eres lo suficientemente importante como para ser mi prioridad, como para pasar tiempo contigo o como para que me importe lo que te está pasando.”
- 2- Tu enojo. (Prov.27:4) Dice que el enojo es cruel. Cuando reaccionas con enojo puedes hacer o decir cosas sin pensar, herirlos profundamente en su espíritu y eso los apartaría de ti.
- 3- Disciplina injusta. (Efesios.6.1:3) Cada que apliques disciplina debes explicar las reglas y las consecuencias con claridad, usando La Palabra de Dios y la autoridad en vez de nuestra propia opinión.
- 4- La crítica severa. Los papás a veces pueden ser innecesariamente rudos con sus hijos. Deben saber que pueden equivocarse y que aun así tendrán tu apoyo, no tu burla.
- 5- Falta de compasión. Ayuda a tu hijo a que te vea como un oasis donde puede acudir cuando lo necesite, cuida que no te vea como un desierto que no ofrece alivio.
- 6- Favoritismo. Tus hijos deben saber que no tienes preferidos, que les quede claro a todos tus hijos que los amas por igual y que se los demuestras.
- 7- Hipocresía. Nadie es perfecto, pero predicar una cosa y hacer otra, romper las promesas y negarse a pedir perdón quebrará la confianza entre tú y tus hijos.
- 8- Herir a su madre. Sin importar la forma de maltrato, los hijos se sienten menospreciados, confundidos y traicionados cuando el padre no valora y ama a su madre.
- 9- Malentendidos. Cuando los hijos se abren, los padres necesitan escucharlos con atención, luego repetirles lo que entendieron antes de opinar o disentir con ellos. Aclara las cosas antes de actuar.
- 10- Expectativas irreales. Los padres deben descubrir cómo Dios ha formado a sus hijos y desarrollar su singularidad en vez de forzarlos a convertirse en algo que Dios jamás quiso que fueran.
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Como padre debes tener el radar encendido para detectar si tienes ganado el corazón de tus hijos. Con frecuencia hazles preguntas como:
¿Te he lastimado alguna vez y no te pedí disculpas? ¿He dicho una cosa y hecho otra? ¿Te prometí algo que no cumplí? ¿ Hay algo por lo que estés enojado conmigo? ¿Hay algo que no te atreves a decirme por miedo?
Averigua. Toma nota, haz algo y pide perdón para que comience el proceso de sanidad y recuperes el corazón de tus hijos.
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Cómo captar el corazón de tus hijos
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No importa la edad de tus hijos, necesitas pisar el freno y comenzar a pasar más tiempo “íntimo” con ellos. Debes recordar que es imposible enseñar a tus hijos a amar a Dios si ellos no sienten que tú los amas a ellos. Es hora de despejar los estorbos y el descontento que han generado una separación incómoda entre tú y tus hijos. A continuación vamos a ver tres ríos que necesitan fluir libremente desde tu corazón al de ellos.
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- Atención
Demasiadas veces en nuestro hogar nos hemos visto tan ocupados que no hemos podido atender a nuestros hijos cuando ellos más lo necesitaban. Y no nos damos cuenta de eso, simplemente a veces decimos “estoy ocupado.”
Deberíamos tener más contacto diario con ellos, reír con ellos, consolarlos y recorrer juntos el camino de la vida. A nuestros hijos les debe quedar bien claro que pueden acercarse a nosotros, hablar de lo que sea y que los apoyaremos.
Hay una anécdota de Brooks Adams, el hijo de Charles Adams, embajador de los EE.UU. en Gran Bretaña bajo la administración de Lincoln, cuando tenía ocho años escribió en su diario: “Fui a pescar con mi padre, fue el día más glorioso de mi vida”
Ignorando esto, su padre que también llevaba un diario, escribió un comentario sobre aquel día y actividad. “Fui a pescar con mi hijo; un día desperdiciado”
Su padre no percibió cuán importante era pasar tiempo junto a su hijo. Esto puede estarte pasando a ti también.
Curiosamente encontramos tiempo para ver televisión, navegar en internet, pasar tiempo con amigos o cualquier otra cosa que consideramos valiosa y necesaria para nosotros, pero no nos detenemos a pensar que nuestros hijos demandan y requieren de nuestro tiempo y presencia activa en la familia. Tiempo valiosamente invertido es lo que ellos piden.
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- Reafirmación
Tanto niños como adultos necesitamos la aprobación y elogio de nuestros papás. Todo hijo anhela la bendición de su padre. Bendecir significa “hablar bien de”. Cuando bendices a tus hijos, usas con amor la autoridad dada por Dios para reafirmarlos verbalmente para su éxito futuro. (Ya hablamos del mayor éxito que debemos anhelar Deuteronomio.6:5)
Dios le dijo a Moisés que el sumo sacerdote debía bendecir a los hijos de Israel diciendo: “El Señor te bendiga y te guarde; el Señor haga resplandecer Su rostros sobre ti, y tenga de ti misericordia; el Señor alce sobre ti Su rostro, y te dé paz. (Números.6:24-26)
Cuando aprendas a bendecir a tus hijos, ellos experimentarán el amor de Dios a través de tus palabras y del amor que derramas sobre ellos. En otras palabras tus hijos conocerán el amor de Dios a través del representante que Dios puso en tu familia, o sea lo conocerán a través de ti.
Si no recibiste la bendición de tu padre terrenal, debes saber que Dios, si ya has creído en Jesucristo y lo has hecho tu Señor y Salvador, ya te bendijo con toda bendición espiritual y que eres aceptado y amado por Él. (Efesios.1:1-14) Recibe esta bendición de tu Padre Celestial por fe y luego derrámala tú sobre tus hijos.
Debes alabarlos en privado, cara a cara y también en público, frente a los demás. Dios lo hizo con Jesús en su bautismo y en el pasaje de la transfiguración.
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- Afecto
Nuestro Padre Celestial derrama Su amor incondicional sobre nosotros (Romanos.5:5) y lo mismo debemos hacer nosotros con nuestros hijos. Hayas o no recibido el amor de tu padre terrenal, Dios te llena de amor para que tú lo derrames sobre tus hijos con afecto. Rompe esta cadena. Abrázalos, bésalos, atráelos hacia ti y hacia Dios. Interactúa con ellos de manera que puedan ver, escuchar y sentir plenamente tu amor.
Dios nos ha dado un poderoso y formidable llamado a bendecir a nuestros hijos y nietos, y a enseñarles que amen a Dios con todo su corazón y vida. (Deuteronomio.6:5)
Nuestro amor de padres les afecta profundamente y permite que el corazón de nuestros hijos se abra para escuchar la verdad bíblica de Dios y para que ellos lo sigan fielmente. Luego, si ellos repiten este modelo, también estarán enseñando a sus futuros hijos a amar a Dios por sobre todas las cosas.
Dios dice en (Proverbios.23:26) “Dame hijo mío, tu corazón, y que tus ojos se deleiten en mis caminos”