Hablando un poco del contexto del primer pasaje que vamos a leer, que es identificado como “El llamado de Ezequiel”, es importante tomar en cuenta que él era un judío que se había preparado toda su juventud para ser sacerdote en el templo de Dios, en la ciudad de Jerusalén.
Es decir, él buscaba servir a Dios de cierta manera, sin embargo, Dios tenía otros planes. Debido a esto, el plan original se interrumpió cuando los babilonios atacaron Jerusalén en el año 597 a.C. y se lo llevaron prisionero a Babilonia junto con otros diez mil cautivos.
Luego, en el capítulo 1 del libro de Ezequiel, leemos que unos cinco años después, a la edad de 30 años, Ezequiel, estando ya desterrado, y en medio de visiones apocalípticas, cayó rendido ante la gloria de Dios y escuchó una voz.
Leamos ahora el capítulo 2 del libro de Ezequiel en la versión NVI. Lo vamos a leer completo, para después irlo comentando poco a poco.
1 Esa voz me dijo: «Hijo de hombre, ponte en pie, que voy a hablarte».
2 Mientras me hablaba, el Espíritu entró en mí, hizo que me pusiera de pie, y pude oír al que me hablaba. 3 Me dijo: «Hijo de hombre, te voy a enviar a los israelitas. Es una nación rebelde que se ha sublevado contra mí. Ellos y sus antepasados se han rebelado contra mí hasta el día de hoy. 4 Te estoy enviando a un pueblo obstinado y terco, al que deberás advertirle: “Así dice el Señor omnipotente”. 5 Tal vez te escuchen, tal vez no, pues son un pueblo rebelde; pero al menos sabrán que entre ellos hay un profeta. 6 Tú, hijo de hombre, no tengas miedo de ellos ni de sus palabras, por más que estés en medio de cardos y espinas, y vivas rodeado de escorpiones. No temas por lo que digan, ni te sientas atemorizado, porque son un pueblo obstinado. 7 Tal vez te escuchen, tal vez no, pues son un pueblo rebelde; pero tú les proclamarás mis palabras. 8 Tú, hijo de hombre, atiende bien a lo que te voy a decir, y no seas rebelde como ellos. Abre tu boca y come lo que te voy a dar».
9 Entonces miré, y vi que una mano con un rollo escrito se extendía hacia mí. 10 La mano abrió ante mis ojos el rollo, el cual estaba escrito por ambos lados, y contenía lamentos, gemidos y amenazas. (Ezequiel 2:1-9)
En el inicio de este capítulo 2 vemos como el Dios Altísimo le habló a Ezequiel llamándolo “hijo de hombre” y de esta manera, estaba dejando claro que había una distancia entre los dos, estaba enfatizando que, debido a sus cualidades, Dios es infinitamente superior a cualquier ser humano y que aun así decide utilizarnos para cumplir Sus planes.
Al usar esta frase “hijo de hombre” es como si Dios le estuviera declarando a Ezequiel, no te preocupes, sé quién eres y conozco bien tus talentos y tus defectos, Yo te hice.
¿Alguna vez has escuchado la frase? “No eres tú, soy yo” Algunos sabemos que esa frase es usada en el mundo para tratar de explicarle a alguien (generalmente en una relación de pareja) por qué las cosas han dejado de funcionar.
Sin embargo, también sabemos que en el reino de Dios las cosas funcionan de diferente manera, aquí en este contexto sería Dios aplicándola de manera positiva, diciendo “No eres tú, soy Yo” para declarar que las cosas sí iban a funcionar gracias a qué Él respaldaría el ministerio de Ezequiel.
Al reflexionar en esto, se me vino a la mente una historia que conocí recientemente, y que me recuerda la importancia de estar siempre dispuestos para servir.
En cierta ocasión un colega agente de seguros me platicó que estaba en la búsqueda de un nuevo colaborador para su empresa que iniciaba operaciones y después del proceso de selección contrató a una persona que en realidad no tenía mucha experiencia laboral, sin embargo, ese candidato de inmediato mostró una buena actitud y una gran disposición para aprender y comprometerse con la misión de la empresa.
La contratación fue todo un éxito, debido a que el líder del equipo, mi colega, haría la otra parte, ya que tenía los conocimientos necesarios para capacitar al nuevo colaborador y podía fortalecerlo con las herramientas necesarias para el desempeño de las tareas que le serían encomendadas.
Al igual que el candidato a empleado en esta historia que acabo de platicarles, Ezequiel tampoco tenía grandes talentos, pero sí mostró una gran disposición para servir a Dios y este fue uno de los motivos para que Dios lo eligiera.
Es sorprendente ver que Nuestro Padre Celestial, en Su soberanía, lleva a cabo Su voluntad a través de seres imperfectos y de personas sin grandes talentos. ¿Te has preguntado por qué Dios usa seres con capacidades limitadas para cumplir sus planes? Más adelante responderemos esta pregunta.
Ahora les invito a que volvamos al capítulo 2 del libro de Ezequiel.
3 Me dijo: «Hijo de hombre, te voy a enviar a los israelitas. Es una nación rebelde que se ha sublevado contra mí. Ellos y sus antepasados se han rebelado contra mí hasta el día de hoy. 4 Te estoy enviando a un pueblo obstinado y terco, al que deberás advertirle: “Así dice el Señor omnipotente”. 5 Tal vez te escuchen, tal vez no pues son un pueblo rebelde; pero al menos sabrán que entre ellos hay un profeta. (Ezequiel 2:3-5)
En estos versículos vemos claramente que Dios estaba ordenando dar una advertencia al pueblo de Israel por su rebeldía y le resalta a Ezequiel que no importaba si el pueblo lo escuchara o si se negaba a escuchar el mensaje de Dios. Al menos debía quedarles claro que él era un profeta enviado por Dios para ese tiempo, de esta manera ya no podrían reclamarle a Dios que les faltó dirección.
Tal vez te sientas familiarizado con esta situación, ya que en ocasiones se nos presentan oportunidades de predicar las buenas nuevas de salvación y nosotros mismos dudamos e incluso nos desanimamos al pensar que tal vez esa persona que esta frente a nosotros vaya a rechazar le mensaje.
Aquí me parece importante recordar que Dios no nos juzgará por la respuesta que otras personas den al mensaje del evangelio, sino que seremos evaluados por la fidelidad con que dimos el mensaje. Es decir, nuestro papel es anunciar el evangelio y Dios se encargará de hacer el resto del trabajo.
Sigamos leyendo en el mismo capítulo…
6 Tú, hijo de hombre, no tengas miedo de ellos ni de sus palabras, por más que estés en medio de cardos y espinas, y vivas rodeado de escorpiones. No temas por lo que digan, ni te sientas atemorizado, porque son un pueblo obstinado. 7 Tal vez te escuchen, tal vez no, pues son un pueblo rebelde; pero tú les proclamarás mis palabras.
Luego en estos versículos 6 y 7 que acabamos de leer, Dios le da palabras de aliento al profeta, haciéndole saber que sin importar cuáles fueran las condiciones que estuviera atravesando no debía temer al pueblo rebelde de Dios, sino que debía actuar con valentía y enfocarse en su tarea de proclamar Sus palabras. Y así sucedió con el profeta Ezequiel que predicó cerca de 22 años en las calles de Babilonia, lejos de su tierra y delante de un pueblo rebelde.
En cuanto a nosotros, Dios espera que nos comprometamos a obedecerle en cualquier lugar en donde andemos y bajo cualquier circunstancia.
¿Alguna vez has sentido temor por la reacción de tus oyentes cuando predicas La Palabra de Dios? ¿Has sentido miedo por la respuesta que podrías recibir? ¿Has rechazado dar una exhortación a tu hermano en la fe que se ha desviado por temor a que te deje de hablar o te responda de mala manera? ¿alguna vez se te ha venido a la mente la siguiente idea? A este familiar o a un determinado amigo ni para que le advierto de su condición de pecador, ni siquiera me va a escuchar.
Cuando esto nos suceda, siento que debemos recordar que Dios conoce el corazón de cada persona, tanto del que oirá el mensaje como el corazón del que lo debe dar y recordar que nuestra fidelidad a Dios también está siendo probada a cada momento.
Hay una probabilidad de que, si yo me niego a predicar el mensaje de Dios a alguna persona con quien tengo una relación estrecha, realmente sea yo mismo quién se este resistiendo a experimentar las consecuencias que esto pueda traer a mi propia vida. Y entonces, como consecuencia de esto, ya no le predico el evangelio a mi familia, a mis hijos o a mis amigos no creyentes para que no se alejen de mi o ya no le hablo del arrepentimiento a mi esposa o pareja porque no la quiero incomodar.
Dicho en otras palabras, pienso que a veces preferimos no incomodar a algunas personas que estimamos mucho por miedo a sufrir una ruptura en las relaciones. Y al manejarlo de esta manera, creo que en realidad estamos dudando del poder que Dios tiene para salvar las almas de esas personas. Es como si yo condenara de antemano a tal persona y me negara a participar activamente en el milagro de Su salvación.
Definitivamente Nuestro Padre Celestial espera que sintamos la misma compasión por las almas perdidas tal como Él la siente, y que esto nos ayude a vencer el miedo de hablarles sin importar las consecuencias que esto tenga para nuestras vidas.
Es por esto por lo que, Dios prepara al profeta Ezequiel dándole una instrucción clara de actuar con valentía, por la sencilla razón de que iba a necesitarlo.
Así mismo, sucede con nosotros, en la medida que actuemos con firmeza y con valor estaremos por encima de las circunstancias proclamando La Palabra de Dios a más personas y Él completará la obra según Su voluntad.
8 Tú, hijo de hombre, atiende bien a lo que te voy a decir, y no seas rebelde como ellos. Abre tu boca y come lo que te voy a dar».
En este versículo 8 del capítulo 2, podemos resaltar que Dios da la indicación al profeta para que ponga mucha atención a las palabras que Él le iba a decir, con la finalidad de que pudiera transmitir su mensaje de manera fiel.
En nuestro tiempo, Dios espera lo mismo de nosotros, recordemos lo que dice en (Gálatas 1:8 NVI) “Pero, aun si alguno de nosotros o un ángel del cielo les predicara un evangelio distinto del que les hemos predicado, ¡que caiga bajo maldición!”
A esta altura del capítulo, Dios ya no solo se refiere al pueblo de Israel como rebeldes, ahora ya también le advierte a Ezequiel diciéndole “y no seas rebelde como ellos”
Si nos negamos a testificar de Dios o si predicamos un evangelio diferente, los rebeldes estamos siendo nosotros debido a que estaríamos desobedeciendo una clara instrucción. (2 Timoteo 4:2) “Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar.”
Muy bien, hasta este momento hemos hablado de cuatro puntos importantes para nuestro caminar cristiano: 1) la disposición de servir a Dios, 2) debemos actuar con valentía, 3) debemos tener fe en que Dios completará la obra en quienes escuchen el mensaje del evangelio y por último 4) acabamos de platicar acerca de que debemos ser obedientes al llamado de Dios.
Ahora, vamos a responder una de las preguntas que nos hicimos al principio de este mensaje: ¿Te has cuestionado por qué Dios usa seres imperfectos con capacidades limitadas para cumplir sus planes?
Creo que todos sabemos la respuesta, simple y sencillamente porque no existe otro tipo de seres humanos, o como alguien diría “No hay de otra”, es decir, todos estamos limitados en nuestras capacidades y solemos cometer errores, pero esto no le preocupa a Dios.
Por lo tanto, no te desanimes cuando sientas que no estás listo para servir, que, de hecho, nunca lo estaremos del todo. Mejor toma ánimos recordando siempre que dependemos de Dios para hacer Su obra, y que lo que Dios busca son corazones entregados y sedientos de servirle.
Otro punto importante para destacar es que Dios nos da la fuerza, por cierto, el nombre Ezequiel significa: Dios es fuerte o Dios nos hace fuertes.
(Ezequiel 2:2) Mientras me hablaba, el Espíritu entró en mí, hizo que me pusiera de pie, y pude oír al que me hablaba.
En el caso del profeta Ezequiel, Dios le envía Su Espíritu Santo para darle fuerza y poder. Y esto mismo, sucede con cada uno de nosotros, Dios nos capacita y nos da la fuerza para llevar a cabo el propósito al que hemos sido llamados.
Dicho con otras palabras, Dios no espera que comprendamos todo acerca de Él y de sus planes, eso sería imposible, lo que sí espera es que seamos siervos obedientes, fieles a la verdad, siempre dispuestos a hablar de Él a otros.
Un buen ejemplo de este punto, hablando de la manera en que Dios, a través de Su Espíritu Santo, nos da la fuerza para cumplir las tareas, es el caso del sermón que encendió lo que ahora conocemos como el Gran Despertar por allá del siglo XVIII.
Esto sucedió el 08 de julio de 1741, en el pueblo de Einfield, Connecticut, que en aquel tiempo era una colonia británica. Aquel día el pastor Jonathan Edwards empezó a predicar y no pudo terminar su predicación debido a que fue interrumpido por los gritos, llantos y alaridos de los miembros de la congregación que suplicaban para que se les dijera cómo podrían ser salvos.
Se sabe que Jonathan Edwards predicaba con un estilo sencillo, con voz baja y pocos gestos, incluso leyó su mensaje desde un manuscrito que ya había predicado en su iglesia local y según la tradición, ese día estaba ahí como un suplente, o sea, ni siquiera estaba programada su participación en el púlpito y, por si fuera poco, en esa ocasión hablaba ante una congregación que no mostraba un interés especial y que se resistía al avivamiento.
La predicación del sermón “Pecadores en manos de un Dios airado” fue usada por Dios para acelerar el despertar espiritual que ya comenzaba en Nueva Inglaterra, por medio de un pastor que, aunque sí tenía algunos talentos, hasta ese momento aún no había desarrollado todo su potencial. Fue fiel y Dios lo llevo al siguiente nivel.
Esto debe animarnos mucho, ya que, así como Dios usó al pastor Edwards, también puede usarnos a nosotros, en nuestro tiempo y bajo las circunstancias actuales, si nos mantenemos alertas como siervos preparados para llevar Su mensaje.
Es el mismo Dios al que servimos, el mismo Creador del cielo y de la tierra, recordemos que se trata de Él y no de nosotros. Él nos da el llamado y nos fortalece para cumplirlo.
Aquí haremos una pausa para luego regresar al tema central de este mensaje y ahora vamos a hablar un poco más acerca del contexto en que fue escrito este libro de Ezequiel. Diremos que los estudiosos sugieren que el libro se puede dividir en tres grandes apartados.
Los primeros capítulos (Ezequiel 1:1-24:27) se pueden entender como un mensaje de condenación al pueblo de Israel por su rebeldía, luego los siguientes capítulos (Ezequiel 25:1-32:32) son un mensaje contra otras naciones vecinas que no creían en Dios y por último en (Ezequiel 33:1-48:35) el profeta vuelve a dirigirse al pueblo de Israel dándole un mensaje de esperanza y de restauración.
En sus primeros años el profeta Ezequiel ministró en Babilonia, mientras el profeta Jeremías predicaba a los judíos que aún permanecían en la tierra de Judá y el profeta Daniel, quien fue contemporáneo, se encontraba sirviendo en la corte del rey Nabucodonosor.
De manera que mientras Jeremías profetizaba en Jerusalén que la ciudad pronto sería conquistada por los babilonios, Ezequiel daba el mismo mensaje a los cautivos que ya se encontraban en Babilonia. Y aquí algo que llama la atención, es que estas dos audiencias pensaban que Jerusalén jamás sería conquistada y que pronto todos los judíos estarían viviendo juntos en la Santa Ciudad.
A continuación, los invito a leer un pasaje del capítulo 3 de este libro que nos muestra algunos puntos importantes para recordar y que nos sigue dando una idea más clara del llamado de Ezequiel para ser un centinela del pueblo de Dios.
En los primeros versículos de este capítulo, Dios le vuelve a mencionar a Ezequiel que lo estaba enviando al pueblo de Israel, pueblo que hablaba su mismo lenguaje, aunque que de cualquier manera muy probablemente no lo escucharían, también le dice que lo iba a fortalecer como una roca para que pudiera soportar el rechazo del pueblo rebelde.
16 Al cabo de los siete días, el Señor me dijo lo siguiente: 17 «Hijo de hombre, a ti te he puesto como centinela del pueblo de Israel. Por tanto, cuando oigas mi palabra, adviértele de mi parte 18 al malvado: “Estás condenado a muerte”. Si tú no le hablas al malvado ni le haces ver su mala conducta, para que siga viviendo, ese malvado morirá por causa de su pecado, pero yo te pediré cuentas de su muerte. 19 En cambio, si tú se lo adviertes, y él no se arrepiente de su maldad ni de su mala conducta, morirá por causa de su pecado, pero tú habrás salvado tu vida. 20 Por otra parte, si un justo se desvía de su buena conducta y hace lo malo, y yo lo hago tropezar y tú no se lo adviertes, él morirá sin que se le tome en cuenta todo el bien que haya hecho. Por no haberle hecho ver su maldad, él morirá por causa de su pecado, pero yo te pediré cuentas de su muerte. 21 Pero, si tú le adviertes al justo que no peque, y en efecto él no peca, él seguirá viviendo porque hizo caso de tu advertencia, y tú habrás salvado tu vida». (Ezequiel 3:16-21)
En el versículo 17, Dios le asigna el papel de centinela del pueblo de Israel a Ezequiel y sabemos que la labor de un centinela era permanecer en guardia en lo alto de la muralla de una ciudad para vigilar y advertir al pueblo de cualquier peligro inminente, para dar tiempo a que se prepararán y emprendieran acciones para evitar esos peligros.
En este caso Ezequiel iba a desempeñar el papel de un centinela espiritual que debía advertir al pueblo de Dios del juicio venidero. Su mensaje incluiría que el castigo sería inevitable si el pueblo continuaba con la idolatría, la rebelión y la indiferencia ante Dios.
A estas alturas de la historia, el pueblo cautivo en Babilonia seguía pensando que el castigo de Dios sería breve y que pronto podrían regresar a Jerusalén. Se mostraban indiferentes ante la Santidad de Dios ignorando las consecuencias de sus pecados ya que se sentían seguros de que Dios no los abandonaría, pero cometían el error al pensar que Dios no los iba a castigar.
En este pasaje se pueden distinguir dos tipos de personas, los malvados que con su conducta ofenden a Dios deliberadamente y los justos que se han apartado de Dios.
Así mismo sucede en la actualidad donde convivimos con personas que siguen rechazando a Dios abiertamente y con personas que ya han creído en la salvación por medio de la fe pero que se han alejado de Dios.
Ahora bien, en el versículo 18 vemos como Dios lanza una terrible advertencia a Ezequiel cuando le dice: “… Si tú no le hablas al malvado ni le haces ver su mala conducta, para que siga viviendo, ese malvado morirá por causa de su pecado, pero yo te pediré cuentas de su muerte.”
En el pasado, cuando un centinela se quedaba dormido y no hacía su trabajo de advertir al pueblo que el enemigo se venía acercando para atacarlos, simplemente pagaba con su propia vida.
Para nosotros esta advertencia que leemos, no significa que moriremos ni que perderemos la salvación, más bien significa que inevitablemente algún rendiremos cuentas a Dios de todos nuestros actos y si Dios planeo que le habláramos a determinada persona entonces espera que lo hagamos. Cuando estemos en una situación donde veamos a personas en necesidad de reconciliarse con Dios hagamos nuestra parte, con la motivación correcta de servir a Dios.
Nosotros, en nuestro papel de centinelas del pueblo de Dios, y en medio lo que parecen los últimos tiempos, somos responsables de hablarles a los demás acerca del juicio de Dios y de su mensaje de salvación, pero no somos responsables por la manera en que respondan a esto. Sin embargo, si rehusamos decirle a los demás lo que sabemos, Dios nos juzgará por esto.
De manera que, cuando nos encontremos en una situación frente a un no creyente y nos sintamos tentados a quedarnos callados, será bueno recordar lo que Dios le dijo a Ezequiel.
Hay una frase que me gustó mucho, el autor fue Martin Luther King, Jr. y que dice: “Siempre es el momento apropiado para hacer lo que es correcto”
Esta frase me recuerda el versículo (2 Timoteo 4:2) “Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar.”
Recordemos que nosotros hemos creído en el Señor Jesucristo por gracia de Dios que usó a personas como Timoteo o como los apóstoles o los primeros misioneros que llegaron a América que fueron fieles a su misión, y aún es vital que los creyentes sigamos proclamando la Buena Noticia.
Presentémonos siempre listos, como centinelas, para proclamar valientemente la Buena Noticia cuando Dios nos presente una oportunidad para hacerlo.
En tu casa, con tu familia, con tus compañeros de trabajo, con tus clientes, con tus amigos, con tus vecinos, con tus compadres, con personas que acabas de conocer, predícales La Palabra, ya que el Dios que hemos conocido, debe ser conocido por todos antes de que sea demasiado tarde.
El Señor Jesucristo vuelve pronto y desea encontrar a Sus seguidores listos para recibirlo y trabajando en Su obra.
¡Que Dios te bendiga!